lunes, 30 de octubre de 2017

Góngora y Quevedo por fin pueden jubilarse

 LUIS MOJEDANO DELGADO-ENTREVISTA-EL ARTE DEL BUEN VIVIR

¿Por qué un libro de estilo, en lugar de una novela de ficción?

Pinceladas de Harmonía es un libro de estilo muy distanciado de planteamientos comerciales estandarizados. Apuesto por la poética y el humor porque siempre ayudan en tiempos de crisis. La sociedad de Harmonía no se cuelga sobre el vacío. Nada que ver con la nuestra actual. Entendí que un estilo más transgresor de continente sería la mejor forma de llevarnos a una reflexión de contenido sobre cómo hemos de entender las relaciones humanas.
He intentado trasladar a los personajes de Harmonía mi manera particular de interpretar la realidad. Sus movimientos se ajustan a la continuidad de esta percepción mental. La ilusión personal siempre es genuina.
Enzia y Paz son tranquilos, Anivderaleva, Claudio y Lorelei son docentes, Novenio es poeta, Gascón es artista vanguardista, Lisardo y Lucía son cocineros…Todos tienen algo mío; no obstante, debajo de esta correlación verista se evidencia un cosmopolita aliento lírico que no lo aleja tanto de la novela de ficción.
El estilo literario de Pinceladas se nutre de evidentes giros poliédricos que coquetean con una dimensión unitaria que facilita la aproximación a la ficción. ¿Por qué no? Detrás de la ficción siempre puede aparecer la reflexión que busco. Nada se repudia y nada sobra. Orillar los límites de los géneros nos lleva a vehicular una autenticidad de paisajes y personajes que, englobados en la realidad de nuestro siglo XXI, pueden compartir moderna realidad tecnológica con suave alegoría surreal.
Aun aceptando esta confluencia; la hondura, la contemporaneidad y la autenticidad de cada episodio nos reafirma que la sociedad de Harmonía pinta más enigmas de modernidad que de ficción.


         ¿Ha sido muy difícil publicar?

Publicar no resulta difícil; lo difícil es vender. Si pretender conseguir grandes cifras de ventas has de disponer de una potente capacidad de promoción, distribución y difusión que te garantice darte a conocer al público mayoritario y que este pueda acceder a él. No ha sido mi caso. No lo he tenido tan sencillo.
El éxito de Pinceladas de Harmonía se ha forjado, no porque tenga detrás una importante editorial que lo haya movido por los circuitos habituales que te garantizan llegar a un núcleo comprador potencialmente alto; se ha forjado por el “boca a oreja”. Así de sencillo.
Esto demuestra que, en principio, novelas que no entran dentro de las normas del sistema de mercado especulativo, también pueden llegar a ser leídas con cifras de venta considerables.
Precisamente, Pinceladas engancha al receptor curioso por su plenitud de contrapuntos y por su alejamiento de la rigidez comercial.
El lector siempre tiene la última palabra… y la última lectura de las palabras de un libro.




          ¿Te hubiera resultado más fácil publicar si fueras mujer?

Creo que hoy en día ningún editor valorara el sexo de un autor a la hora de contratarlo. Valoran la calidad del producto. Una buena novela, se ve y no se contiene; es la metonimia del transcurrir.
El sentido común no se ha de combar a la hora de valorar el elemento humano. En la publicación de un libro ha de prevalecer lo celebratorio, más allá de conceptos de otra índole.
Un pensamiento artístico subversivo podría contaminar el concepto puro de “calidad” que se ha de justificar para una publicación. Sin jactancia ni impostura. Afortunadamente, la nobleza de los editores en este sentido es indiscutible.



          ¿La desidia actual con el español está impulsada por una falta de patriotismo dirigido,
              y por ser más fácil la manipulación, si se desconoce el verdadero significado de
              las palabras?

La lealtad es un valor que nunca deberíamos perder de vista; y menos en la cultura.
La vacilación y la contaminación formal que padece nuestro idioma se ha perpetrado desde una argamasa de lenguajes y recursos -no sé si malévolamente- que nos ha llevado al estado de indefinición actual.
Necesitamos reivindicar la ortodoxia del español y alejarnos de la confusión dialéctica a la que nos someten los medios de comunicación.
La belleza adulterada siempre abriga la desmesura que nace de la ingenuidad. El conocimiento profundo y preciso de nuestro vocabulario facilita una mejor comunicación entre nosotros. Los matices devienen necesarios para que la dignidad y libertad no se vean sustituidos por la negligencia.



       ¿Crees que la Academia de la Lengua  trabaja lo suficiente para dar alternativa a los neologismos tecnológicos?


Las nuevas tecnologías están cambiando el mundo…y nuestro idioma. No entiendo como palabras potenciadas desde la internáutica como “selfie” o “influencer” se bendigan como “lo más” de la modernidad. ¿Acaso somos antiguos si decimos “autofoto” o “líder de opinión”?
Los medios de comunicación digitales tendrían que ser más respetuosos con el castellano. Su aceleración, elipsis, discontinuidad e inmediatez pueden sorprendernos con la guardia bajada y “colocarnos” expresiones o neologismos desacertados que aceptamos con naturalidad y que acaban afectando a nuestras acciones interpersonales.

Necesitamos llevar a cabo un análisis crítico y coherente para entender qué palabras provenientes de la internáutica se han de adoptar, cuáles se han de adaptar y cuáles se han de rechazar. Los neologismos correctamente acomodados siempre serán bienvenidos y nos ayudarán a que nuestro idioma evolucione y se adapte a los tiempos (tecnológicos) que corren. Tan solo se trata de saber tamizar con sensatez.
La RAE, ante esta avalancha de términos que nos trae la nueva tecnología, creo que está realizando un loable trabajo de “filtro”; verbigracia, ha eliminado “tablet”, “email”, Wi-Fi o twitt. Mejor tableta, correo electrónico, wifi o tuit; la asimilación fonética o la alternativa de traducción tienen que evitar los calcos raudos y rudos de palabras con dobles grafías o sonidos impropios en nuestra lengua. Hay que confiar en la RAE; son los cancerberos de nuestro idioma.
Sin embargo, ¡ojo! también a la RAE se le pueden lanzar algunas sugerencias razonables. ¿Por qué no eliminamos “hall” y nos quedamos con vestíbulo? ¿Nuestro idioma tiene haches con sonido J, aes con sonido O o dígrafos Ll con sonido L? ¿Un teléfono “móvil” se puede mover? ¿No sería mejor decir “portátil”?




   Este es el pensamientol de José Luis Fernández Juan, y yo haciendo de Lope de vega, comento: yo prefiero auti, diminutivo tecnológico de autorretrato, ¿ Cúal escogerá la Academia ?




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